Según comenta Wucius Wong “muchos piensan en el diseño como algún tipo de esfuerzo dedicado a embellecer la apariencia exterior de las cosas” y, aunque es innegable el componente estético de esta disciplina, debemos considerar la funcionalidad como un eje fundamental que rige las distintas creaciones que se desprenden del ejercicio de diseñar. Si consideramos este aspecto, deberíamos pensar que el diseño se encuentra presente y perfectamente acoplado en nuestras vidas.
Como seres cuya principal información sobre su entorno procede del sentido de la vista, tenemos una gran dependencia hacia la imágenes y lo que ellas provocan en nosotros. Al avanzar la humanidad y evolucionar los avances tecnológicos, la reproducción de las mismas imágenes se ha visto acelerada y multiplica. Hoy en día convivimos con un sinfín de formas, colores, texturas, etc., que compiten por llamar nuestra atención y, quizá por esta razón, es que tendemos a pensar que aquello que resulta llamativo o recargado es mejor, que la apariencia importa más que el contenido y que, por ende, el diseño debe crear y multiplicar estímulos visuales para poder tener una razón de existir en nuestro mundo.